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Autor: Ariel Zapata

Comentario:

Los Estados Unidos ganan por aplicar los medios adecuados para el resultado de manera natural. ¿Cómo? Pensando. Esto ya lo he escrito desde hace varias décadas y no he encontrado eco para que apliquemos una adecuada prospectiva: ¿Todos somos culpables? Pues sí, sin duda, y que es lo que no hacemos para la remediación. Hay cuatro letras de respuesta, NADA. Y, nada quiere decir, lo que el deporte mexicano, justifica por excelencia: buscar culpables y estas pueden ser causas varias: 1.-No entender que sin disciplina se llega a ningún lado; 2.-Mentalidad derrotista, metiéndonos en la cabeza que vamos a perder; 3.- Anteponer el egoísmo al desarrollo de equipo; 4.-No poner, los que jueguen, la voluntad de trabajar de conjunto y no saber aprovechar oportunidades; 5.-Errar, sin levantarse de inmediato para corregirse. 6.-Distraerse con facilidad y caer en provocaciones; 7.-Organizarnos en la continuidad de un sistema disciplinario; 8.-Búsqueda constante del talento en los llanos y en las fuerzas menores; 9.-Educación deportiva en Colegios y escuelas desde la niñez, organizando torneos para competir y no para sobresalir y premiar, poniendo la prioridad de enseñar disciplinas, donde triunfen los equipos y no las individualidades; 10.-Extender lugares de campos deportivos con la infraestructura completa para el desarrollo de atletas, al grado de llegar a ciudades deportivas que cubran todas las necesidades para el correcto desarrollo familiar y social. Por el momento, dejemos estos diez puntos, como condición inicial para conseguir resultados consecuentes, procurando los medios prospectivamente. Mi propuesta, cuando el “Jimi” Lozano, quedó campeón Mundial con uno de los equipos “Sub…” era que ESE equipo, se conservara como otro equipo en el torneo de Liga, ya que desempeñó un trabajo de conjunto casi perfecto. No se hizo por los intereses de los Clubes. Fácil, si queremos resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Autor: Ernesto Piñeyro-Piñeyro

Comentario:

Con Ojos y Oídos de Niño... de 82 Años, Clamando en el Desierto". CUANDO SE AGOTAN LAS LÁGRIMAS. Mis pocos y estimados leyentes, ¿Alguna vez habéis pensado en alguna situación de vuestras vidas, que este breve enunciado, podría tener sentido? A lo largo de la existencia humana, se presentan muchas ocasiones para quejarnos, rebelarnos y preguntarnos, ¿Por qué a mí? ¡Si no lo merecía! Eventos para llorar y derramar abundantes lágrimas: Fracasos de diferentes tipos, en el amor, los estudios, el trabajo, la salud, la enfermedad incurable o terminal, los negocios, la profesión y otros más considerados por nosotros, inmerecidos. Sin embargo, sobre todas esas eventualidades de la vida, que podremos considerar como naturales y a veces hasta esperadas, hay solo una que explica y describe a plenitud, el enunciado que encabeza este breve ensayo, ¡La muerte de un hijo o una hija! No importa la edad, el sexo, la causa, la forma o el momento de las vidas, tanto las de ellos, como las nuestras. Y lo pongo así, por ser éste un evento bipolar, en cuyos extremos nos encontramos nosotros como padres, y ellos como el más preciado producto de nuestra relación amorosa con otra persona. Tanto, profesional como personalmente, la vida me ha llevado a confrontar, enfrentar, vivir y tratar de resolver y sobrevivir a esta experiencia, que estoy de acuerdo con los que la consideran la más devastadora de la vida de un ser humano. Las lágrimas vertidas por el hijo o hija que se fue a veces inesperada e inexplicablemente, llegan a agotarse. Aparentemente, los padres lloramos menos que las madres, pero sabemos que no es así, porque lloramos para dentro, en un obligado y forzoso silencio, pues injustamente la cultura nos prohíbe llorar, no nos permite demostrar debilidad en esos momentos increíble y descomunalmente dolorosos. Recordáis la expresión litúrgica, "STABAT MATER DOLOROSA, IUXTA CRUCEM LACRIMOSA...” Estaba la Madre Dolorosa, Junto a la Cruz, Lacrimosa... Yo me he preguntado, ¿Y nosotros, los padres? ¡También somos dolorosos y lacrimosos, como las madres, pero de forma diferente! Por desgracia, no es así en nuestra cultura. No recuerdo si mencioné anteriormente un proverbio árabe, que dice así, "Ningún hijo debe morir antes que sus padres". Está lleno de sabiduría. Una cosa es cierta, llega un momento en que nuestros ojos se secan, las lágrimas se agotan, ya no brotan y nos sentirnos injustos con la memoria de nuestros amados ausentes, creemos que los hemos olvidado, y nos sentimos culpables, por haberlos abandonado y sacado de nuestros recuerdos, pero no es así. Ellos siguen presentes en nuestros sueños, ensueños y terroríficas pesadillas, que nos despiertan a una realidad insoportablemente aguda y candente. Solo deseo asegurar que la única realidad que permanece a través de los años, es que nunca, jamás los olvidaremos por más tiempo que pase, envejeceremos junto con sus bellos recuerdos, en los que siempre los conservaremos con la lozanía, juventud y alegría que nos proporcionaron en vida. Esos que llegamos a calificar como los de la DULCE TRISTEZA. No crean en los que creyendo ayudarlos, los invitan a aceptar resignadamente una supuesta voluntad divina. Hay otros, especialmente estudiosos de la conducta humana, como yo, que tienen la osadía de calificar como "Duelo Patológico", al que persiste más allá de cierto tiempo, uno, dos o más años. Eso es falso, el Duelo Patológico no existe más que en sus mentes y los libros de texto, indudablemente escritos, por ajenos a este dolor. Conozco eminencias de la psiquiatría, que, al morir un hijo, se rebelaron contra sus principios teóricos largamente acariciados y firmemente practicados Finalmente, deseo dar a conocer un hallazgo personal; dejé de llorar intensamente por mi hija, cuando me di cuenta que en parte, lloraba por mí mismo y no solo por ella, era la forma de auto consolarme, acompañarla y aminorar cualquier sentimiento de culpa por su deceso. Fue cuando mi duelo tomó otra dirección y se centró solamente en ella, pero la sigo llorando, estando a su lado, acompañándola en mi corazón, hasta que llegue la eternidad. Esta reflexión es válida para todos los dolientes especialmente en la Semana Santa y el resto del año, incluyendo Navidad, que significa nacimiento. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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